CAPITULO I

El perro llevaba ya varios meses vagabundeando por las inmediaciones de un polígono industrial en un pequeño pueblo cercano a Madrid, posiblemente sus dueños le hubieran abandonado porque cerca existía un coto de caza al cual acudían los cazadores los sábados y domingos, él, por su apariencia parecía predeterminado para capturar liebres y conejos y aunque estaba sucio y grasiento no volvieron a buscarle, ni tan siquiera se dignaron a poner carteles para recuperarlo, parecía abandonado, desnutrido y falto de cariño

pero muy hábil como para buscar comida y dormir donde pudiera.
Aquella carretera que se extendía al lado del polígono era muy peligrosa, todos los días había cadáveres de gatos y perros atropellados por coches y camiones, hasta en cierta ocasión un zorro perdió la vida en ella y si el cachorro no supiera tener mucha precaución podría terminar igual.
Allí se ubicaba el único bar de la zona y dueños y clientes le cogieron cariño, le daban restos de comida, de aperitivos, etc..., que el animal agradecía profundamente, en todo el tiempo que estuvo abandonado no cesó de ir por allí y por la noche cuando ya cerraban el local buscaba cualquier hueco para dormir, debajo de un camión, de un coche ó en otro lugar entre las naves.

Vicente aparcó su coche enfrente del bar cuando se le acercó, justo al abrir la puerta para bajar apareció el perro como una exhalación, como queriendo jugar, se le subía por las piernas apoyándose en sus patas traseras, con una cara de alegría como si le conociera de toda la vida tal vez esperando que le diera algo de comer, estaba sucio y mugriento pero Vicente le acarició el lomo devolviéndole así el saludo y el cariño que el perro esperaba, desde ese momento le llamó Copi, como abreviatura de Copito (copito de nieve) ya que era blanco y peludo y así, tras tomar su café Vicente se marchó sin saber si tenía dueño o de quién era Copi.

El hombre se dirigió a su casa pensando en el increible comportamiento del animal, no en vano años antes había criado perros y conocía un poco el carácter de los mismos, este perro era un cachorro, no tendría más de un año de vida y esa actitud de Copi le llevó a la conclusión de que deseaba un hogar, un hogar donde le cuidaran y mimaran, una familia con quién compartir sus alegrías de juguetón, pero... ¿sólo?... en un polígono, ¿cómo iba a encontrar a un nuevo dueño?, ¿y si luego le reclamaban los anteriores? ¿y si le llevaban a una casa donde no le dieran los cuidados que necesitaba?
De manera que en la actualidad se encontraba muy sólo y triste pero con una vitalidad que únicamente él sabía, debía vivir por encima de todo, tenía que luchar para encontrar un hogar donde saciar su apetito y obtener el cariño de unos nuevos amos, mientras tanto no había otro remedio que vagabundear, a fín de cuenta tampoco se le daba tan mal de momento.

Al día siguiente Vicente paró de nuevo en el mismo sitio y allí estaba Copi, -tal vez esperándole- otra vez los cariños demostrativos del perro, hasta se ponía con la barriga boca arriba, tumbado en el suelo, para que se la rascara, el animal seguía cada vez más sucio, parecía un perro callejero ó quizás ya lo era, tenía hambre y le demostró con evidentes síntomas de alegría que le encantaba verle de nuevo.
Transcurrió cerca de un mes en el que Copi siempre que aparcaba el coche de Vicente en la puerta corría hacia él, ya detectaba el ruido del motor y lo diferenciada de los otros coches, parecía que hasta por el color del mismo le conocía, a veces estaba
en la calle mucho más abajo y en cuanto llegaba Vicente echaba a correr como un loco en busca de él, Copi era extremadamente veloz, ese día, después de salir del bar y despedirse de su amigo, Vicente llegó a su casa con la intención de contárselo a su mujer, quizás buscando la aprobación de ella para traer el perro a su domicilio, quizás pensando en narrarle este acontecimiento de un perro tan singular ó tal vez simplemente por transmitirle a ella la sensación de bienestar que le había proporcionado Copi cada vez que le veía, porque Vicente estaba enfermo.