Prólogo

ESTA ES LA HISTORIA DE UN PERRITO SIN DUEÑO, UN PERRO ABANDONADO PERO CARIÑOSO QUE SUPO BUSCARSE EN SUSTENTO EN UN POLIGONO INDUSTRIAL MENDIGANDO LOS POCOS RESTOS DE COMIDA QUE LE DABAN, QUE DORMIA DEBAJO DE CAMIONES Y COCHES Y BUSCABA DESESPERADAMENTE UN DUEÑO QUE LE PROPORCIONARA ALIMENTO Y COBIJO, UN ANIMAL INTELIGENTE Y CARIÑOSO PERO SOLITARIO, SOLO EL SABRIA LA NECESIDAD Y EL ANSIA DE CARIÑO QUE DEMANDABA, SOLO EL SENTIRIA LA FALTA DE PROTECION DE UNOS DUEÑOS Y LA URGENCIA IMPERIOSA DE ENCONTRARLOS SI NO QUERIA TERMINAR EN UNA PERRERA O LO QUE ES PEOR ATROPELLADO EN UNA CARRETERA.
ESTA ES LA HISTORIA DE COPI.

CAPITULO I

El perro llevaba ya varios meses vagabundeando por las inmediaciones de un polígono industrial en un pequeño pueblo cercano a Madrid, posiblemente sus dueños le hubieran abandonado porque cerca existía un coto de caza al cual acudían los cazadores los sábados y domingos, él, por su apariencia parecía predeterminado para capturar liebres y conejos y aunque estaba sucio y grasiento no volvieron a buscarle, ni tan siquiera se dignaron a poner carteles para recuperarlo, parecía abandonado, desnutrido y falto de cariño

pero muy hábil como para buscar comida y dormir donde pudiera.
Aquella carretera que se extendía al lado del polígono era muy peligrosa, todos los días había cadáveres de gatos y perros atropellados por coches y camiones, hasta en cierta ocasión un zorro perdió la vida en ella y si el cachorro no supiera tener mucha precaución podría terminar igual.
Allí se ubicaba el único bar de la zona y dueños y clientes le cogieron cariño, le daban restos de comida, de aperitivos, etc..., que el animal agradecía profundamente, en todo el tiempo que estuvo abandonado no cesó de ir por allí y por la noche cuando ya cerraban el local buscaba cualquier hueco para dormir, debajo de un camión, de un coche ó en otro lugar entre las naves.

Vicente aparcó su coche enfrente del bar cuando se le acercó, justo al abrir la puerta para bajar apareció el perro como una exhalación, como queriendo jugar, se le subía por las piernas apoyándose en sus patas traseras, con una cara de alegría como si le conociera de toda la vida tal vez esperando que le diera algo de comer, estaba sucio y mugriento pero Vicente le acarició el lomo devolviéndole así el saludo y el cariño que el perro esperaba, desde ese momento le llamó Copi, como abreviatura de Copito (copito de nieve) ya que era blanco y peludo y así, tras tomar su café Vicente se marchó sin saber si tenía dueño o de quién era Copi.

El hombre se dirigió a su casa pensando en el increible comportamiento del animal, no en vano años antes había criado perros y conocía un poco el carácter de los mismos, este perro era un cachorro, no tendría más de un año de vida y esa actitud de Copi le llevó a la conclusión de que deseaba un hogar, un hogar donde le cuidaran y mimaran, una familia con quién compartir sus alegrías de juguetón, pero... ¿sólo?... en un polígono, ¿cómo iba a encontrar a un nuevo dueño?, ¿y si luego le reclamaban los anteriores? ¿y si le llevaban a una casa donde no le dieran los cuidados que necesitaba?
De manera que en la actualidad se encontraba muy sólo y triste pero con una vitalidad que únicamente él sabía, debía vivir por encima de todo, tenía que luchar para encontrar un hogar donde saciar su apetito y obtener el cariño de unos nuevos amos, mientras tanto no había otro remedio que vagabundear, a fín de cuenta tampoco se le daba tan mal de momento.

Al día siguiente Vicente paró de nuevo en el mismo sitio y allí estaba Copi, -tal vez esperándole- otra vez los cariños demostrativos del perro, hasta se ponía con la barriga boca arriba, tumbado en el suelo, para que se la rascara, el animal seguía cada vez más sucio, parecía un perro callejero ó quizás ya lo era, tenía hambre y le demostró con evidentes síntomas de alegría que le encantaba verle de nuevo.
Transcurrió cerca de un mes en el que Copi siempre que aparcaba el coche de Vicente en la puerta corría hacia él, ya detectaba el ruido del motor y lo diferenciada de los otros coches, parecía que hasta por el color del mismo le conocía, a veces estaba
en la calle mucho más abajo y en cuanto llegaba Vicente echaba a correr como un loco en busca de él, Copi era extremadamente veloz, ese día, después de salir del bar y despedirse de su amigo, Vicente llegó a su casa con la intención de contárselo a su mujer, quizás buscando la aprobación de ella para traer el perro a su domicilio, quizás pensando en narrarle este acontecimiento de un perro tan singular ó tal vez simplemente por transmitirle a ella la sensación de bienestar que le había proporcionado Copi cada vez que le veía, porque Vicente estaba enfermo.

CAPITULO II

Vicente y Maribel eran una pareja madura, ambos tenían ya 51 años, vivian en una casa del pueblo desde hacía seis años, no tenían hijos y les encantaban los animales, ya habían tenido muchos gatos porque además de que amaban estos animales, los ratoncillos abundaban por doquier, cerca de su casa transcurría un arroyo en el que habitaba infinidad de fauna, desde conejos hasta lagartos pasando por culebras y águilas, no en vano era zona ecológica protegida, vivian en una casa de una sola planta y la parcela con 500 mts. cuadrados era bastante amplia como para tener animales con espacio para correr, llegaron a tener hasta 4 gatos a la vez, libres, a su antojo, porque salían y entraban cuando querían. Las noches de verano se las pasaban en guardia cazando ratoncillos e insectos que allí mismo devoraban, pero algunos de sus gatos no aparecieron más, unos porque eran envenenados por vecinos inconcientes "que les pisaban su césped", otros porque se marchaban sin más -es el instinto de los machos cuando llegan a cierta edad-, y el último murió de una enfermedad que le duró más de 6 meses, después de llevarle varias veces al veterinario, hacerle muchas pruebas, entre otras una biopsia, inyectarle corticoides, etc., el gatito murió con la consiguiente pena de sus dueños.
A partir de ahí, tanto Maribel como Vicente decidieron no tener más animales en casa, total ¿para qué?, ¿para pasar un mal trago si desaparecen ó se mueren? No estaban ya dispuestos para eso.
Vicente entró en su casa, le contó a Maribel la experiencia de más de un mes con el perrito y le preguntó:
- ¿Quieres que me lo traiga? Parece abandonado
- Traételo, contestó ella.
- ¿Estás segura? Replicó él
- Que sí, que te lo traigas, ¡vete a por Copi!, respondió.
Vicente cogió su coche, se dirigió al bar, aparcó donde siempre y Copi no apareció, dió unas vueltas por el pequeño polígono y no veía al perro, entró en el bar, pidió un café haciendo tiempo por si Copi regresaba, pero la espera fue infructuosa, en su mente no paraba de rondar la idea de la peligrosa carretera, pensaba que podía haberle atropellado un camión y se sentía culpable por no haberse llevado al perro antes, estuvo más de una hora y al final regresó a casa como vino, sin su cachorro.

Maribel que ya estaba ansiosa de conocer al animal -por lo que Vicente le había contado- le preguntó por él y el hombre prometió volver al dia siguiente en su busca.
Pasaron dos ó tres días sin verle, hasta que por fín llegó como una aparición, como siempre moviendo el rabo de alegría, tumbándose en el suelo boca arriba para que le acariciara la barriga, Vicente no lo dudó, cogió al perro, lo metió en el coche y se lo llevó a su casa. El animal iba nervioso, era evidente que no le gustaban los coches, pero su nuevo hogar estaba cerca y en pocos minutos ambos se presentaron allí.

CAPITULO III


Maribel era una mujer muy trabajadora, de hecho en su empresa tenían turnos alternativos semanales de mañana, tarde y noche, en la casa se ocupaba de todo, atendía a Vicente que estaba enfermo de neuropatía, le cuidaba, se ocupaba de la compra, de la plancha, de la limpieza, de la lavadora y de la comida, en definitiva no paraba, para ella el mejor regalo que se la podía hacer en ese momento era un animal de compañía, que estuviera con ella siempre, que le diera muestras de afecto cuando llegara de trabajar y aquí se presentó Copi. En cuanto le vió le encantó, tanto ella como el perro derrochaban alegría al conocerse, lo primero que hicieron fue enseñarle a Copi su nuevo territorio, le pasaron dentro de la casa para que el animal olisqueara todo asumiendo que ese iba a ser su nuevo hogar, después salieron a la parcela, el perro orinó en algunos sitios marcando así su espacio, luego sus dueños le tiraban una pelota con la que Copi correteó por todos sitios denotando una felicidad incontenible y por último llegó la hora del aseo. Con champú y la manguera del jardín lavó Maribel al perro y luego le cepilló; parecía otro, ya sin grasas, sin suciedad, tan blanco y peludo que se asimilaba a una bolita de nieve.

Copi se sintió tan limpio y feliz que no paraba de dar carreras por el jardín, agotado ya llegó la hora de comer, Vicente y Maribel le dieron un poco de embutido hasta que él fuera a la tienda a comprar comida de cachorros, al poco rato se presentó con un saco de comida que incluía carnes, cereales y verduras, le pusieron un buen plato al perro que se lo comió con avidez.
Ese era el primer día en su nueva casa y con sus nuevos dueños, luego vinieron más sorpresas para Copi, porque en el porche -que estaba totalmente acristalado- le colocaron su cama, un cesto de mimbre con unos cojines dentro a modo de colchón que Copi supo agradecer en el acto y por órdenes de sus amos, instigándole a que se echara en ella, accedió, por fín la estrenó quedándose un rato tumbado. Ya por la noche sería la primera vez que el animalito estuviera acostado, cómodo, bajo techo y resguardado en muchos meses.
Aunque poco le duraría su catre, porque a los pocos días empezó a roer el mimbre hasta que en una semana lo había destrozado por completo, él no entendía que eso no se debe hacer, que era su cama, pero el pobre tenía la necesidad de roer para afilarse los dientes y le dió por el mimbre y eso que tenía infinidad de plantas y otros objetos en el porche, pero afortunadamente todo lo demás lo respetó desde un principio y jamás tocó ninguna otra cosa.

A pesar de que a Vicente no le gustaba que el perro estuviera dentro de la casa -el preferiría que sus dominios fueran exclusivamente el porche y el jardín- Maribel se empeñó en que también hiciera vida con ellos y así tapó los sofás con unas sábanas antiguas para que Copi pudiera echarse en ellos cuando quisiera, la verdad es que el perro se adaptó perfectamente a eso, el tenía “su sitio” en uno de los sillones y rápidamente comenzó a comprenderlo cuando ellos se lo indicaban, así cuando tenía ganas de orinar se dirigía a la puerta de la entrada y se lo hacía saber a sus amos, la verdad que demostraba ser un perro muy inteligente, dentro de la casa nunca se hizo sus necesidades y cuando llegaba la hora de dormir y sus dueños le mandaban al porche se hacía el remolón y lo tenían que coger en brazos para llevarlo porque no quería dejar el cálido salón y la compañía de ellos, aunque con el tiempo Vicente le cambió ese comportamiento con órdenes tajantes que él aprendió a distinguir no sin bastante vacilación por su parte.
Cierto es que Copi estaba aprendiendo mucho y muy rápido para un perro de su edad, pero como digo tenía una inteligencia fuera de lo común, podía ya distinguir perfectamente palabras como: “a tu casa”, “golosina” “a tu sitio”, “sube” “quieto” ó “túmbate”, sabiendo su significado.

CAPITULO IV

A la semana de estar en su nueva casa, Copi se escapó, era tan pequeño que a pesar de estar cerrada la puerta de la parcela cabía por debajo, ellos pensaron que se habría escondido por algún sitio, nunca imaginaron que entrara por ahí, lo que no se pararon a pensar ninguno de los dos es que el perro era todo pelo, bajo la apariencia de estar más bién regordete, se escondía un cuerpo pequeño, ágil y vigoroso que buscando salir y correr libre contorsionó su cuerpo para entrar por un agujero escasamente de 10 ó 12 ctms., Vicente cogió el coche y fue en su busca, recorrió un montón de calles del pueblo, se fúé hasta el polígono por si Copi pudiera haber llegado hasta allí, pero no le encontró, ellos esa misma tarde tenían previsto ir a hacer la compra, puesto que ya faltaban en casa alimentos de primera necesidad, no lo podían posponer, los días ya eran más cortos y querían estar de regreso antes del anochecer, de manera que montaron en el coche con cara de preocupados, dieron un par de vueltas más para ver si le encontraban y se dirigieron al supermercado , que estaba casi a 25 kmts., de allí.
En el viaje no paraban de comentar dónde podría estar Copi. La tarde se estaba poniendo muy oscura y se presagiaba tormenta ¡lo que faltaba!, un perro tan pequeño, por ahí suelto, mojándose, sin cobijo... ¿dónde se habrá metido?.
Ya casi anocheciendo volvieron de la compra, había caído una verdadera tormenta, con rayos y truenos incluidos, las calles estaban encharcadas y no había casi nadie circulando por ellas, Vicente y Maribel se dirigen a su casa y al llegar a la puerta ven un bulto en la acera, era Copi, había regresado él sólo a su casa, estaba totalmente empapado y ocupaba tan poco que no parecía ni él, pero había vuelto, salió pero no pudo entrar, rápidamente ellos se bajaron del coche y con una emoción incontenible cogieron al animal, le pasaron y le secaron, el pobre estaba temblando de frío.
Ya pasó el susto, Copi descansó esa noche en su cama destrozada en el porche, Vicente y Maribel tenían la urgencia de solucionar dos problemas, el primero tapar de alguna manera el agujero que quedaba entre la puerta y el suelo para que no se volviera a escapar y el segundo procurarle una nueva cama porque el canasto ya no valía para nada.

Y efectivamente al día siguiente se pusieron manos a la obra, cortaron un plástico rígido y haciendo unos agujeros en la puerta con el taladro lo adaptaron de tal forma que la puerta se podía abrir pero el perro no podía pasar, cuando ya comprobaron que todo estaba correcto dejaron salir a Copi del porche y así fueron pasando más días sin ningún otro sobresalto, pues el perro era una verdadera caja de sorpresas, por un lado su corta edad como cachorro que le hacía investigar y corretear todo y por otro su vigorosidad y nerviosismo que no le dejaba parar un momento.
Pasaban ya las dos y media de la tarde cuando Maribel llegaba de trabajar en su coche, allí estaba Vicente con la comida preparada y -como no- Copi esperándola, pero había algo más, en la parte de la entrada de la casa se encontraba una caseta para perros preciosa, la trajo Vicente y como sorpresa para Maribel no la había comentado nada, rápidamente empezaron a instar a Copi para que entrara y se acostumbrara a ella, como así fue, esa misma noche ya durmió en su nueva casa con los cojines que tenía en el canasto de colchón, sólo que en lugar de ponérsela fuera, en la entrada de la casa, se la instalaron en el porche para que estuviera más protegido y calentito, el invierno ya empezaba a hacer su aparición y allí hacía mucho frío, años atrás se llegó a alcanzat una temperatura de 16 grados bajo cero.
El perro se estaba acostumbrando de maravilla, en los pocos días que llevaba allí aprendió a respetar las plantas, a echarse en su sillón, a comer sus horas y su comida, a dormir en su caseta e infinidad de cosas más que sus dueños le iban enseñando poco a poco.

Vicente bajó a la bodega, rebuscó por cajas y estantes y tras varios minutos encontró lo que buscaba, un collar de uno de los perros que había criado anteriormente, lo guardaba de recuerdo, era verde y de cuero y se mantenía bién conservado, allí mismo, con las herramientas oportunas, lo acortó, le hizo un pasador nuevo y unos cuantos agujeros más adaptándolo así a la medida de Copi, él tenía gran cantidad de herramientas en la bodega porque le gustaba mucho el bricolaje, no en vano había hecho muchas cosas en la casa, desde el suelo del porche, pasando por un estanque de 3000 litros para peces hasta la bodega propiamente en la que tuvo que excavar para meterse por debajo del edificio con el fín de darle la altura pertinente para que entrara una persona de pie.
Una vez terminado el collar, llamó a Copi y se lo puso alrededor del cuello, al principio el animal intentaba quitárselo con la boca y con las patas, claro, le molestaba, no estaba acostumbrado a tener semejante artilugio rodeándole el cuello, pero pronto se hizo a él y llego su primer paseo atado con una cadena de la mano de sus dueños. Maribel y Vicente le llevaron por una pequeña carretera que conduce al cementerio, por allí no hay peligro prácticamente porque no existe tráfico rodado, Copi tiraba de la cadena como si quisiera escaparse, ahorcándose casi con el collar, era increíble la fuerza que tenía un perro tan pequeño, a Maribel le costaba mantenerlo a su lado, entre jadeos y tirones el perro estaba deseando que le soltaran, pero... ¿y si8 se escapa como la otra vez y no vuelve?. Vicente tomó la iniciativa y ante las dudas de Maribel le dijo:
- Déjale suelto.
Dicho y hecho, Copi, al sentirse libre corrió hacia delante por la carretera como una bala, se distanció de ellos como 600 mts., en 5 ó 6 segundos, no había perro que corriera más que él, cuando casi no se le veía y paró por un momento, sus dueños le gritaron desde lejos:
- ¡Copi! ¡Copi!
Y el perro corrió hacia ellos a la velocidad del rayo, estaba contentísimo y así lo denotaba con evidentes saltos, jadeos y movidas del rabo, mientras Vicente y Maribel andaban paseando por esa carretera, Copi no paraba de dar carreras para arriba y para abajo, parecía mentira, era incansable, incombustible. En una de esas carreras sus dueños le perdieron de vista, por más que escudriñaban a lo lejos y le llamaban el perro no aparecía, es que no se encontraba en la carretera ni por un lado ni por otro, se había ido a un lateral y allá lejísimos en una especie de valle sólo se le distinguía porque era blanco y porque se movía con una rapidez asombrosa, desde tan lejos ni siquiera oía los gritos de sus dueños llamándole, pero pasó el susto y Copi acudió hacia ellos en un momento. Llegó la hora de finalizar el paseo y le llevaron otra vez suelto hasta muy cerca del pueblo, el perro habiendo cogido ya confianza se metía por los laterales de la carretera, entre zarzas y matorrales, iba detrás de los pájaros y mordisqueaba algunas plantas, el animal disfrutó como nunca, ya por fín le pusieron su cadena y regresaron los tres a casa.
Al llegar el perro iba sediento y jadeante, lo primero que hizo fue alzarse con las patas traseras y beber ansiosamente agua del estanque, hecho que llamó poderosamente a Vicente y Maribel la atención, puesto que no lo habían visto hasta ahora, era curioso ver al animal subido cuando casi no llegaba a la superficie del agua bebiendo allí, ya que tenía siempre lleno su recipiente en el porche, pero era inequívoco que le gustaba más el estanque, tal vez en su interior pensaba: “aquí hay más agua que en el otro lado, no sea que se acabe la otra”.
Pasaron los tres al salón y mientras ellos veían un rato la televisión, Copi se tumbó en su lado del sillón preferido y se durmió un rato, estaba agotado de tanto correr, a la hora o así, el animal se despertó y se encontró indispuesto, le daban arcadas y terminó vomitando en la alfombra, había comido plantas del campo que no debía y expulsó una masa de color verde, como era aún tan cachorro tendría que aprender con el tiempo las plantas que debe comer para purgarse el estómago y las que no, este contratiempo le serviría de experiencia, al pobre animal se le quedó una cara de pena impresionante, estaba alicaído y débil, Maribel limpió el vómito de la alfombra y Vicente le mandó para su caseta, sería cuestión de poco tiempo para que Copi se encontrara de nuevo perfectamente y listo para correr.

CAPITULO V

Estamos en un sábado del mes de Noviembre, un día frío y grisáceo, Maribel ha ido a hacer la compra al supermercado y entre otras muchas cosas ha traído un nuevo saco de comida para Copi, el mejor, con un 30 por ciento de proteína bruta, con carne, cereales y verduras y en una apariencia de bolitas más pequeñas que el otro y un poco más blandas, seguro que al perro le gustará mucho más, aunque Copi no es delicado para la comida -come absolutamente de todo, igual le dá un trozo de tomate avinagrado de una ensalada que un trozo de pan-, pero este pienso es ideal para cachorros, para fortalecer los huesos y otras muchas cosas. También le ha comprado un juguete, una chuleta de plástico gomoso que al morderla emite un sonido como el de un silbato, el perro, seguro que se lo pasará en grande con su chuleta.
Inmediatamente le ponen su pienso nuevo en el plato y Copi se come la mayoría con gran apetito, no hay duda de que le gusta mucho, es un perro tan educado que jamás tira las bolitas de comida fuera del plato, no las derrama nunca y si comiendo se le cae alguna fuera la recoge del suelo, algunas como son redondeadas salen rodando lejos de su comedero, pero él deja de comer por un instante y va a por ella, cuando termina su ración deja ordenadas el resto en el borde del plato como si las hubiera colocado una persona con la mano, es increíble verle hacer esto, ¿qué instinto puede tener como para que siendo tan sólo un cachorro juguetón deje su comida tan meticulosamente ordenada?
La chuleta de plástico ha sido como un capricho para un bebé, la coge con la boca, corretea con ella por la casa, la muerde, la sube al sillón, etc..., ya lleva un día con ella pero posiblemente no le dure mucho, al morderla y emitir el curioso sonido, el perro la muerde más y más y por el lado más fino ya ha abierto un agujero, no le durará demasiado a este paso.
Efectivamente así fue, a los dos días la chuleta ya no sonaba y se había comido la mitad, deben de fabricarla con un material digerible que no les siente mal a los perros, porque trocitos no se veían por su casa, la pobre chuleta no le duró ni otros dos días más, acabó comiéndosela entera ¡vaya juguete!.

Vicente ha recortado en un adhesivo las letras de Copi y ha pegado éste en la parte superior de su caseta, ha pintado de rojo las letras de la plantilla y cuando ha transcurrido un tiempo prudencial ha despegado el adhesivo quedando impresas las letras, como todo perro que se precie Copi ya tiene su nombre en su casa, faltaría más, cuando su mujer ha llegado del trabajo y ha visto esto, le ha encantado, no cabe duda que sus amos no escatiman en detalles con el perro.
Estamos ya en los fríos días de Diciembre, con el cambio de hora los días son muy cortos, Copi se está adaptando mejor de lo que se pensaba a su nueva casa,
Se le ve feliz y contento, como siempre muy juguetón pero no rompe nada, tiene un gran respeto por las plantas, teniendo en cuenta que sus amos tienen el porche cerrado y a modo de invernadero, existen allí más de 20 macetas de diferentes alturas y tipos de hojas, el perro ni tan siquiera a mordido una. Hoy, Copi ha hecho lo que parecía un ladrido, con gran sorpresa por parte de Maribel y Vicente, que pensaban que el perro no iba a ladrar, está claro que pronto, muy pronto empezará, el cachorro quiere, pero no sabe, como un niño cuando empieza a balbucear intentado emitir y reproducir sonidos y poco a poco éstos se hacen inteligentes para los demás.
Los paseos andando se hacen cada vez más frecuentes, Copi se va acostumbrando a ir atado con su cadena, aunque sigue tirando muchísimo, no es consciente de que se hace daño en el cuello, su intención es correr y correr más, no entiende aún que debe ir despacio con su dueña al lado, ¿lo llegará a comprender alguna vez? El perro no sabe que existe una ley por la que hay que llevarlos atados en el pueblo y pueden denunciar a sus dueños si no lo hacen, es comprensible en tanto y cuanto que de no ser así sería un caos, por otro lado los perros que sean peligrosos deben llevar bozal para evitar posibles mordeduras a las personas, Copi desconoce todo esto y por eso se comporta así.
Maribel es quién le saca a pasear porque Vicente sigue enfermo de artritis y casi no puede caminar, hace pocos días le sacó él y por poco cae al suelo de un tirón que le dio inesperadamente el perro, tiene mucha fuerza, es muy vigoroso y muy nervioso, es pura fibra, parece mentira que un perro tan pequeño -no pesará más de 4 kgs.- tenga tal poder.


Se acercan ya las Navidades, hace mucho frío, Copi ladra mucho, curiosamente ha ubicado ya lo que es su territorio y cuando pasa alguien por fuera, por la puerta, le ladra constantemente y con rabia, como si se lo fuera a comer, también ha cogido una especie de fobia a las motos y al camión de la basura que incluso mucho antes de que pase por la puerta, detecta su presencia y le ladra hasta que desaparece por la otra calle. Hoy estando los tres en el salón de su casa Vicente y Maribel le han echado de menos, los vecinos han tirado algunos cohetes con motivo de las fiestas navideñas, le llaman y no viene, le buscan por toda la casa y no le encuentran, ya por fín en una nueva búsqueda más exaustiva le localizan, el animal se había escondido agazapado bajo la mesa del despacho de Vicente, estaba claro, como a otros muchos perros le daba pánico la explosión de cohetes y petardos, pero pronto se le pasarían los temblores.
Sus dueños le tienen tanto cariño que casi le consideran uno más de la familia, por eso la Nochevieja la celebran los 3 en casa y al perro le obsequian con diversos dulces y golosinas que él acepta con gusto.

CAPITULO VI

Maribel ha ido de nuevo al supermercado y le ha comprado un champú especial para perros, dice que es mejor que el que usan ellos porque les suavizan más el pelo, mete en la ducha a Copi y le lava con el champú nuevo, él -que ya está acostumbrado- se queda muy quieto, el agua está tibia y parece ser que le gusta la higiene, cuando ya ha terminado le coge en brazos y le envuelve en su toalla para secarle, es impresionante ver el comportamiento del cachorro agradeciendo la limpieza porque no se pone nervioso, no se mueve y sólo cuando ha terminado de secarle es cuando el perro, ya en el suelo, se sacude para eliminar los últimos restos de agua, después se sube al sitio de su sillón y está tan limpio y contento, hasta que al cabo de un rato vuelve a juguetear con su pelota recorriéndose toda la casa.

A primeros de Enero se les avería la caldera de la calefacción, hace mucho frío y la casa se queda helada, Vicente llama al servicio de asistencia y allí le indican que el técnico no podrá pasar hasta el lunes próximo y ese día era viernes, de manera que no tienen más remedio que tirar de los recursos disponibles, Maribel trae de la bodega el único radiador eléctrico de que disponían y lo conecta en la habitación principal, así, por lo menos para dormir se estaba bien de temperatura, para el resto de la casa encienden la chimenea que tienen en el salón y queman la leña que tenían en la barbacoa, pero para tres días no era suficiente así que Vicente hace trozos de madera con la motosierra de un palet que tenían en el jardín con el resto de materiales de las obras anteriores de su casa, con esto lograron mantener el salón caliente.
Ya por fin, después de tres días heladores, el lunes se presentó el técnico, Vicente le estuvo explicando lo que le pasaba a la caldera y él con sus herramientas pertinentes se puso a apretar, desmontar y comprobar elementos de la misma, en una de estas salió a su coche a por un útil que necesitaba, al abrir la puerta exterior y a pesar de que Vicente le gritó:
- ¡Cuidado con el perro que se sale!
Copi se volvió a escapar, inmediatamente Vicente cogió el coche y se fue en su busca, recorrió calles y plazas del pueblo y no le encontró, marchó hasta el cementerio por la carretera y tampoco, ¿dónde se habrá metido?
Volvió de nuevo hasta su casa dónde el técnico seguía arreglando la caldera, al terminar comprobó que todo funcionaba ala perfección, la puso en marcha, le pidió la factura, le pagó y emprendió otra vez la búsqueda de su perro, volvió a pasar por calles y plazas, regresó al cementerio, Copi no estaba por ningún sitio, a la vuelta en el helipuerto había un chico jugando con un perro, desde lejos se divisaba que el chico le tiraba como un plato de plástico volando y el perro iba corriendo a recogerlo, Vicente paró el coche, observó de nuevo y desde lejos le dio la impresión de que ese perro podía ser el suyo, se acercó lentamente con el coche y cuando estaba como a unos quince mts., de ellos gritó:
- !Copi!
El animal se dio la vuelta al oir el grito, evidentemente conocía la voz de su dueño, Vicente volvió a gritarle:
- ¡ A casa!
Y el perro cogió la dirección exacta, bien sabía ya donde era después de tantas excursiones callejeras, Vicente le siguió con el coche y tras abrirle la puerta de la entrada le regañó, sólo con el tono de voz que le puso, Copi estaba totalmente acobardado, agazapado en el suelo, con miedo, como temiendo que le pegaran, pero no fue así, el susto ya pasó, ambos se metieron a su casa donde Maribel esperaba con impaciencia y ya con la calefacción funcionando y el hogar calentito pasaron la tarde allí.
Pero... ¿qué tenía el dichoso Copi como para escaparse en cuanto había una oportunidad? ¿Porqué cuando estaba en la calle no obedecía la mayoría de las veces a su dueño? ¿Qué instinto le llevaba a correr y correr? Menos mal que por lo menos sabía el camino de vuelta a casa.

En la tierra hay un perrito
lleno de gracia y bondad
es pequeño y menudito
pero lleno de vitalidad
es un perro muy simpático
capaz de poder cazar.
Y si le hablas muy despacito...
Hasta te responderá.

A los pocos días de este acontecimiento Copi, tan juguetón y travieso como siempre, volvió a hacer una de las suyas, esta vez por fortuna sin consecuencias, estando Maribel y Vicente en el salón de su casa, apareció el perro jugando con una cebolla que había cogido del verdulero en la cocina, la cosa no tenía menor trascendencia si no fuera porque se presentó con ella como si estuviera jugando al fútbol, es decir, la dejaba en el suelo y la empujaba con sus patas delanteras, como si fuera una pelota, la volvía a coger con la boca y otra vez la misma operación, era para grabarlo en vídeo sobretodo porque ladraba a la cebolla como si tuviera vida propia, cuando se le escapaba y rodaba por el suelo, también lo hizo posteriormente con patatas y cualquier otro objeto que encontraba y tuviera más o menos forma esférica, hasta que le trajeron una pelota redonda y grande que posteriormente le duró casi dos años hasta que -con los dientes- la pinchó.

CAPITULO VII

El invierno ya pasó y con la primavera el jardín rebosa de vida, los árboles tienen ya muchos brotes, la hiedra que bordea la casa por la parte de atrás esta también echando sus hojas que dentro de poco taparan la pared casi por completo, tulipanes y jacintos tienen ya su flor, de las enredaderas que bordean la parcela han salido infinidad de hojas pequeñas más claras y la catalpa que cubrirá el estanque donde a Copi le gusta beber tiene ya muchas hojas también, todo rebosa alegría y ya no hace frío, Copi sigue correteando por la parcela, parece que estos días con mas ímpetu por el nuevo tiempo, hay muchos insectos y pajarillos que revolotean por la zona, Vicente, con unas cuantas tablas, les ha fabricado un nido a modo de caseta pequeña y la han colgado en la pared, debajo de la cornisa, por la parte de atrás, desea que algunos pájaros intenten hacer su nido ahí, para ello ha abierto una portezuela y ha depositado dentro algodón y unas hebras finas para ver si se animan. Dentro de unos días llegará el momento de Copi, porque empieza la Campaña de Vacunacion Antirábica en la plaza de toros del pueblo y sus dueños le llevaran para inyectarle la vacuna, hacerle su cartilla y ponerle el microchip que acreditará que Maribel y Vicente son sus verdaderos dueños desde ahora.
Maribel le ha comprado también un collar antiparásito para evitar posibles pulgas y garrapatas, al perro no le faltan los cuidados.
El día de la vacunación había allí montones de perros, de todas las razas y colores, todos atados con su collar y llevados por sus amos, Copi nunca había visto tantos perros juntos, se encontraba muy nervioso, algunos perros ladraban y él también lo hizo, llegó su turno y los veterinarios les pidieron la cartilla, contestaron que no la tenían porque era un perro abandonado y recuperado por ellos hacía ya varios meses, mientras Maribel le tenía en brazos, uno de los médicos le inyectó la vacuna y Copi emitió un quejido de dolor, otro le abrió la boca y le miró los dientes para calcular su edad, efectivamente -como había dicho Vicente hace tiempo- tendría tan solo un año más ó menos, y por último un tercero sacó un aparato electrónico con el que comprobó que Copi ya tenía un microchip instalado ó sea que tenía dueño. En seguida el veterinario se dirigió a la pareja y les dijo:
- Este perro ya tiene dueño.
- Este perro estaba abandonado en un polígono hacía tiempo hasta que yo le recogí -contestó Vicente.
Maribel, que tenía el perro en brazos se puso a llorar pensando que se lo podían quitar, después de tanto tiempo, de haberle educado, de...
El veterinario intentó calmar los ánimos y les dijo:
- No se preocupen, vamos a localizar a los dueños y si ya no lo quieren el perro es suyo.
- Coge al perro y vámonos “niña” -así es como la llamaba Vicente cariñosamente desde hacía mucho tiempo- que venga la Guardia Civil a mi casa a por el perro y el dueño también, el perro no se va de aquí.
Una de las veterinarias pareció dudar de lo que Vicente había dicho y exclamó:
- Es que este perro tiene dueño.
A lo que Vicente, desesperado ya, contestó:
- ¿Qué quiere decir? ¿qué lo he robado? El perro llevaba más de un mes abandonado y nadie lo había reclamado.
Maribel seguía llorando ante la posibilidad de que le quitaran su perro, mientras tanto, otro de los veterinarios estaba llamando por el móvil a sus antiguos dueños a través de los datos que el aparato le facilitaba por el microchip, entablaron una mínima conversación de la que Vicente y Maribel apenas se dieron cuenta y al colgar dijo el médico:
- Se pueden quedar con el perro, ya no lo quieren sus dueños.
Le pusieron los papeles a su nombre y Maribel ya un poco más calmada, dejó al perro en el suelo y le sujetó con la cadena, Vicente -todavía malhumorado- exclamó a los médicos:
- Me lo hubiera llevado de todas formas, me cago en tal...
Pasado ya el conflicto los 3 regresaron a su casa con una mezcla de felicidad y amargor, pero con una cartilla canina oficial que ponía: Nombre del perro, Copi; dirección, tal; vacunado con fecha, tal.

CAPITULO VIII


Parecía que Copi ya no hacía tantas travesuras, ya no cogía las cebollas y las patatas de la cocina, no en vano llevaba siete meses con sus nuevos dueños y estos le habían educado muy bien, le seguía gustando beber en el estanque y los peces ni se asustaban , ya estaban acostumbrados a la presencia de esa lengua absorbente en su agua y a veces se acercaban tanto que pareciera que quisieran mordérsela, por su parte el perro los miraba atentamente, como jugando con ellos, les ladraba como para que se muevan rápido y algunas veces metía hasta la pata en el agua provocándolos claramente, no había duda que se lo pasaba en grande con ellos. En la parcela corría a su antojo detrás de langostas y lagartijas, en cierta ocasión iba a entrar Vicente en la bodega cuando vio una lagartija que se metía, Copi que iba a su lado, salió disparado a por ella y la enganchó, la sacó de la bodega jugueteando por todo el jardín, la cogía con la boca, la soltaba, la lagartija salía corriendo y el perro con gran velocidad la volvía a atrapar, de nada le sirvió a la pobre lagartija desprenderse del rabo como medida de defensa, Copi no hizo el menor caso al rabo, que se movía constantemente, estuvo muchísimo tiempo jugando así hasta que tal vez la lagartija se le escapó o terminó matándola con tantos bocados, aunque su intención ni mucho menos era comérsela, sólo lo hacía por jugar.
A raíz de aquello y durante mucho tiempo después, cada vez que el perro traspasaba la puerta de la bodega ladraba y buscaba a la famosa lagartija, nerviosisimo escudriñaba por los rincones olisqueando todo el suelo, ¿cómo se le llegó a grabar ese episodio en su cerebro para seguir haciéndolo hasta 2 años después?.

Hoy Maribel ha vuelto a traer dos cosas para Copi, una es una bolsa de golosinas de esas que se les dan a los perros como premio cuando se portan bien, la otra en un juguete de plástico gomoso muy duro para que jugando se afile los dientes, las golosinas se las ha llevado Vicente a un cajón de la mesa de su despacho y cada vez que le llama por su nombre y abre el cajón el perro corre raudo a por su premio, sólo le da una al día, pero el animal ha aprendido a distinguir el sonido que hace el cajón al abrirse y cada vez que Vicente va a coger aunque sea un bolígrafo, corre desde se encuentre sin ni tan siquiera llamarle, parece mentira la inteligencia del perro que rápidamente ha asociado el sonido del cajón con las golosinas.
Al juguete de plástico duro le llaman “el hueso”, palabra que Copi ha llegado a distinguir perfectamente de las demás, con él se afila los dientes constantemente, juega y corre por la casa, es “uno más” de sus juguetes, pero este no lo puede romper como la chuleta que tuvo, es durisimo y está hecho así precisamente para que los cachorros mantengan los dientes fuertes

Al lado del pueblo hay unos montes elevados a los que se llega a sus cimas a través de un camino forestal, es un sitio precioso por la vista que desde arriba se contempla, se ve todo el pueblo allá abajo y se distingue perfectamente la carretera de acceso así como calles y plazas, es una zona acotada porque hay muchos conejos y los cazadores en época abierta van allí a capturarlos, Maribel y Vicente ya han subido muchas veces para buscar espárragos y divisar el paisaje, en otras ocasiones han sacado fotos, la primavera es época de cria y los conejos salen de sus madrigueras por doquier, pero hoy, han querido llevarse a Copi con ellos, para que disfrute también de una mañana preciosa soleada, en el coche Maribel sujetaba en sus piernas a Copi que iba muy nervioso -odia montar en coche y se pone incontrolable- mientras Vicente conducía, los caminos no son buenos, están muy bacheados y son solo aptos para vehículos todoterreno, Vicente ha dado por debajo ya varias veces y circula muy despacio, pero por fín llegan a la cumbre y sueltan al perro, que era la primera vez que allí le llevaban, nada más bajar Copi se dá unas cuantas carreras a un ritmo frenético, sigue corriendo, esta vez más lejos, sus dueños le llaman para que no se aleje demasiado, está nervioso, feliz, contento, vuelve hacia ellos a una velocidad vertiginosa, mientras Vicente y Maribel escudriñan el paisaje con la vista, notan de pronto, la falta del perro, miran a su alrededor y no está, le llaman a gritos y no aparece y por último Vicente a lo lejos, a más de un Kmt.., ve que se mueve algo blanco, algodonoso, cerca de una casa de labor, dirigen los dos hacía ese punto la vista, tal vez pensando que podía ser Copi y le chillan lo más fuerte que podían, a lo lejos se ve la mancha blanca que va corriendo hacia ellos y estaba a sus pies en no más de medio minuto, este perro corre más que un galgo, después jadeante por las carreras se puso a escarbar en una madriguera de conejos que había junto al camino y sacó una montaña de tierra, Vicente tenía razón cuando al principio de llevarle a casa dijo que tenía toda la pinta de un cazador, la velocidad, las posturas, etc..., así lo hacía presagiar.

Tras las carreras y después de haber disfrutado de las vistas, volvieron los 3 a casa y Copi -como siempre- sació su sed en el estanque de manera autómata.

CAPITULO IX



Vicente estuvo mirando en Internet diversas razas de perros, fotos, pelajes, medidas, pesos y demás llegando a la conclusión de que Copi era una variedad de las muchas que existían de Terrier, si no de raza totalmente pura, si alguna mezcla de él ó bien por parte de la madre ó del padre, se fijó en las orejas y efectivamente las tenía triangulares y caídas como algunos ejemplares, comprobó también el peso, los terrier adultos ninguno llega a sobrepasar los siete kgs., Copi pesaba alrededor de 5,400 y posteriormente con el tiempo y ya de adulto nunca llegó a pesar más de seis kgs., la rapidez y velocidad con la que corría su perro era evidencia de las razas terrier que los ingleses utilizaban mucho para la caza del zorro y el pelaje también se asimilaba a algunos tipos de terrier, aunque sólo lo hizo por curiosidad, deseaba saber que razas de perros además de los galgos llegaban a correr tantísimo.

A los pocos días, Copi se escapó otra vez, pero... ¿por dónde?, aunque parezca mentira el plástico rígido que habían puesto en la puerta tiempo atrás, lo dobló y contorsionándose, haciendo filigranas con su cuerpo y no sin daño el perro pudo salir, su escapada duró más de tres horas, Vicente como siempre volvió a buscarle insistentemente por todos sitios y acabó en su casa sin encontrarle.
¡Dichoso perro! Pensó él.
A la hora volvió a dar otra vuelta y como si nada, ya preocupado en su mente sólo había un pensamiento: ¿Le habrá atropellado un coche y estará tirado por una cuneta muerto? En fín... Ya sabe el camino para volver.
De vez en cuando Maribel y Vicente salían a la calle para comprobar si había vuelto, al final regresó, pero iba cojeando con una pata delantera rota.
Enseguida se pusieron manos a la obra y con unas tablillas que tenían de la barbacoa, las cortaron a la medida y le fabricaron una especie de entablillado que luego rodearon con esparadrapo y en la punta, donde apoyaba la pata el perro le hicieron una bola del mismo para que al asentarla, Copi lo notara más blando. Así estuvo el perro 2 meses dónde de vez en cuando le cambiaban el vendaje para lavarle, no obstante el perro se sentía incómodo y sobre todo al principio, trataba de quitárselo con los dientes, pero se lo habían hecho tan bien y tan pegado que no lo conseguía, era curioso verle andar con la pata tiesa, sin poder doblarla, pero al final se acostumbró. Cuando por fin -transcurrido ese tiempo- le quitaron el entablillado, tenía la pata muy débil de no ejercitarla y se quejaba con frecuencia al hacerse daño en algunas ocasiones, en esos dos meses estuvo mimado por completo, el animal se sentía mal y no paraba de buscar las caricias de sus amos, se sentaba con ellos en el sillón y les ponía la cabeza en las piernas a modo de almohada. Al final se recuperó sin haber tenido que acudir al veterinario, aunque la pata, por unas de sus articulaciones, no le quedó perfecta del todo, estaba un poco doblada, pero Copi corría tanto como antes.
¿Cuándo acabará de escaparse?

Maribel estaba ya harta de recoger pelos por la casa, el perro los perdía a mechones y como eran tan finos flotaban por el aire, no paraba de pasar el aspirador que salía muchas veces atascados de pelos, a pesar de que Vicente le insistía bastante para que no dejara pasar a Copi a casa, ella hacía caso omiso y el perro -al menos por la tarde- estaba siempre con ellos en el salón, de manera que seguía limpiando pelos. Ya cerca de Julio, Maribel le dijo a Vicente:
- ¿Porqué no le llevamos a la peluquería y que se lo corten?
- Bueno, pero va a coger complejo -le respondió él.
Se informaron donde había una peluquería canina y en un pueblo de los alrededores existía una, llamaron por teléfono, pidieron cita y allá se presentaron con Copi, le dejaron con la peluquera porque iba a tardar como hora y media y ellos aprovecharon para ir a hacer compra al supermercado.
Cuando regresaron se llevaron una sorpresa que no se esperaban, ya le habían cortado el pelo y el perro parecía hasta más pequeño, más flaco, daba la impresión que era más joven aún, le dejaron la cara preciosa, con los bigotes sobresaliendo y muy igualados, las orejas trianguladas perfectamente, el rabo con bastante pelo y escalado, le daba un aspecto juvenil que le agraciaba, el resto del cuerpo cortado al dos, ya no tendría que recoger más pelos Maribel durante un buen tiempo.
Copi estuvo acomplejado varios días, casi no ladraba y comía poco, pero al final se acostumbró.
A los pocos días llamaron al timbre de la puerta, se presentó una mujer con un perrito en los brazos preguntando si era de ellos, Maribel le dijo que no, que el suyo estaba dentro, parece ser que la mujer se lo encontró perdido, tenía su collar y su correa, se había escapado de sus dueños y preguntando por el vecindario la mandaron allí, ya tenía Copi la fama en el pueblo de escaparse asiduamente. Ese mismo día hubo una gran tormenta con aparato eléctrico, Copi -como no- con el ruido de los truenos, fue a refugiarse debajo de la mesa del despacho de Vicente, era ya habitual en él, no pillaba por sorpresa a sus dueños, cuando terminó volvió a aparecer por el salón con cara de asustado.

Dos de los vecinos colindantes de su parcela tenían perros grandes y a Copi le gustaba provocarles a través de las enredaderas, pues aunque no se veían físicamente, por el olor o los ruidos que hacían los otros iba en su busca, jugando, corría por todo el jardín de arriba a abajo ladrándolos hasta que los otros ya respondían al “ataque”, ladrándoles ellos también, lo que no sabían -Ciro y Sara- que así se llamaban los perros de los vecinos era que Copi solo estaba jugando, llegaba un momento es que cuando los otros movían la valla metálica de separación y por tanto toda la enredadera vibraba, él levantaba una de sus patas traseras y les mandaba un chorro de pis, con lo que claramente estaba marcando su territorio, los otros al olerlo se enfadaban de tal forma que los ladridos ya eran violentos y si hubieran podido atrapar a Copi, seguro que lo pasaría muy mal, pero bien sabía él que allí estaba protegido y no había peligro. Esto lo hacía muy a menudo el animal, se lo pasaba en grande.

CAPITULO X


El perro demostraba una pasión evidente por Maribel, ella era quien le cuidaba, le duchaba, le cepillaba, le daba de comer, le sacaba de paseo, le aseaba..., y lógicamente se decantaba por ella, sabía perfectamente cuando se iba al trabajo, conocía el ruido de su coche y hasta por algún motivo especial detectaba la hora de su llegada, Maribel, en el turno de mañana acudía a casa sobre las dos y media, pues bien. Copi a las dos y cuarto ya se subía al sillón del salón, inquieto miraba por la ventana y antes de que su ama diera la última curva para acceder a su calle, el perro, meneando el rabo se iba a la puerta a esperar su llegada, cuando ella no estaba si hacía caso a Vicente y se ponía a su lado, iban juntos a ver los peces del estanque -que tanto le atraían a Copi- y se echaba en el despacho a sus pies, mientras él trabajaba.
Estando ella el perro no se separaba ni un instante, si iba a planchar al cuarto, allí le tenía echado a sus pies todo el tiempo que hiciera falta, si iba al cuarto de baño a ducharse y cerraba la puerta, allá estaba Copi en la puerta esperándola, si estaba en la cocina o en el jardín, lo mismo, tenía una predilección y un cariño a su ama inconmensurable, por algo era ella precisamente la que más le atendía porque Vicente seguía enfermo y cada vez peor .

Llegó el mes de Octubre y con él, el cumpleaños de Copi, ya hacía un año que estaba con ellos, cómo pasaba el tiempo, parecía que fue ayer cuando le recogieron abandonado en el polígono, esta vez -con motivo de la ocasión- Vicente y Maribel le dieron de comer un plato su pienso favorito y de postre un flan al que pincharon una velita encendida, el perro se comió su pienso, pero cuando llegó al flan, con esa llama encendida no se acercaba mucho, le asustaba, a pesar de que se relamía, al final sus dueños le quitaron la vela y se lo comió ávidamente.

Después de cambiar el plástico de la puerta -por donde Copi se escapó la última vez- por una barra de hierro entre los lados de la misma, cortada a la medida y embutida a presión que no permitía que el perro pasara por mucho que lo intentara, el animal volvió a escaparse de nuevo, esta vez por un descuido de ellos, ya que al meter el coche en la parcela para lavarlo por una puerta adyacente que era corredera se la dejaron un poco entreabierta y Copi aprovechó de nuevo la ocasión para irse, eran las doce de la mañana de un domingo cualquiera, esta vez no se preocuparon tanto Vicente y Maribel, pensaron: Bueno, ya volverá.


Pero después de comer, a las cuatro de la tarde el perro aún no había aparecido, ellos salían de vez en cuando a la puerta a esperar su regreso, pero..., nada. Ya a las siete de la tarde Vicente cogió el coche y volvió a recorrerse el pueblo casi por entero y Copi seguía sin aparecer, entraba el anochecer y con la oscuridad su preocupación aumentaba, nunca se había escapado el perro de noche y mucho menos tantas horas, poco después cenaron y se acostaron, al día siguiente Maribel debía levantarse a las cino de la mañana para ir al trabajo, pero Vicente siguió en vela. A las doce de la noche se levantó y miró por la ventana, en un silencio sepulcral intentó adivinar algún ruido, no se oía nada en el exterior.
A la una y media y sin poder conciliar el sueño volvió a levantarse, encendió la luz de fuera, se fumó un cigarrillo dejando pasar el tiempo, miró por la ventana y Copi no había aparecido, en la calle hacía un frío helador y él cada vez estaba más preocupado por su perro. Se volvió a acostar.
Eran ya las tres de la madrugada cuando se levantó de nuevo, nervioso fue hacia el salón, miró por la ventana, allí no se veía nada, la escasa luz de las farolas sobre la calle y el brezo que tenían puesto sobre la malla metálica impedían prácticamente la visibilidad, Vicente dio al interruptor que encendía la luz de fuera y entonces sonó un instante como un ladrido de perro pequeño, pensó que era el de unos vecinos que vivían en el chalet de enfrente y volvió a apagarla, con el encendedor prendió un cigarrillo y esperó, la noche se hacía demasiada larga, ya desesperado a punto de volverse a la cama volvió a dar al interruptor de la luz de fuera y escuchó otra vez por un momento el mismo ladrido anterior, se quedó paralizado, reaccionó y rápidamente se puso un abrigo por encima que había en el perchero de la entrada, hacía mucho frío, en pijama y con el abrigo mal puesto, abrió la puerta de la casa y se dirigió a la calle pensando: Ese que ladra es mi Copi, estoy seguro.
Así fue, el perro yacía agazapado en la acera, en la puerta de fuera, muerto de frío, Vicente no le podía ver porque le tapaba el brezo, pero cada vez que él encendia la luz el perro ladraba, como diciendo: ¡Que estoy aquí!.
Ambos pasaron hasta el porche, Copi se quedó en su caseta y Vicente -por fin- se fue a dormir.
Dios sabe el tiempo que estaría el animal fuera, y si no es porque ladraba débilmente cada vez que veía la luz encenderse, es posible que hubiera pasado la noche entera al raso.
Cuando se despertó Maribel para ir a trabajar la alegría fue inmensa al verle.

Al siguiente día Vicente le hizo una prueba increíble, sin haberle recriminado al perro su escapada del día anterior y después de que Maribel se hubiera ido a trabajar -si no ella no lo hubiera aceptado jamás-, abrió intencionadamente la puerta a Copi y le dijo en un tono suave y cariñoso: No tienes tantas ganas de calle, pues venga sal. El perro salió disparado, como alma que lleva el diablo y cuando estaba ya al final de la calle le gritó Vicente:
- ¡Copi, vamos, a tu casa!.
Por incierto que pareciera, el perro dio media vuelta y a toda velocidad, meneando el rabo, sin miedo, regresó a la puerta y se metió a la parcela, aún así, en la calle volvieron a jugar los dos un rato hasta que a Vicente ya, le pareció oportuno cerrar la puerta definitivamente, ¿quién hubiera imaginado ni por un momento que estando Copi en la calle, libre, no se hubiera vuelto a escapar? Pues así fue, la prueba tuvo su riesgo pero Vicente se atrevió con la certeza de que el perro no se iría.

CAPITULO XI

Estamos ya terminando el mes de Enero y Vicente está muy enfermo, ya no sale absolutamente nada de casa, la artritis le está pasando factura, tiene una inmovilidad exagerada y le duelen mucho las piernas, lo poco que anda lo hace ayudado de una muleta en su brazo derecho, la noche del día treinta y uno se cae en su casa, no se tropezó, ni resbaló, ni nada, simplemente le flaquearon las piernas y se vino abajo, llamaron a una ambulancia y le trasladaron al hospital, allí estuvo ingresado todo el mes de Febrero aquejado de una rara enfermedad, una polineuropatía sensitivo motora, que le impedía mover las piernas y las manos, durante todo ese tiempo Maribel le daba de comer -no podía sostener la cuchara o el tenedor en la mano-, le aseaba, le llevaba al baño y en definitiva le atendía en todas las tareas porque no se podía valer por sí mismo, los médicos le estaban recetando más de 20 pastillas diarias, entre las cuales una le hacia tener sueños en voz alta, no dejaba dormir a su compañero de habitación -Andrés- ni tampoco a Maribel, que todas las noches se quedaba allí, incómoda, en una simple silla, para atenderle, siempre soñaba, a veces a gritos, en una de tantas de esas noches, de madrugada empezó a gritar:

- ¡Copi, pasa!
- ¡Niña, que Copi está aquí! ¿no le ves?
- Pasa, chiquitín... Venga ¡entra!
- Mira niña, ¡qué bonito viene!, está en la puerta... ¿le ves?
Y así se tiró toda la noche, a la mañana siguiente, cuando se lo contaron no se lo podía creer, parecía mentira como echaba de menos a su perro.
El día veintinueve de febrero le dieron el alta y Maribel le llevó a casa en su coche, estaba deseando llegar para ver a Copi, al llegar el perro no paraba de subírsele encima, dando saltos de alegría, lamiéndole las piernas, con una cara de expresividad que lo decía todo, demostraba una felicidad y alegría impresionante, tal vez el perro pensaba en su interior:
Vamos, mi amo, ¿no decías que yo me escapo mucho? Pues tu te has tirado un mes entero escapado.



EPILOGO

Esta corta novela basada en un hecho real es verídica, Copi ya es adulto, tiene ahora tres años y su dueño soy yo, autor del relato.
Copi tiene todos los atractivos de un perro casero que se puedan desear: Es inteligente, cariñoso, obediente, respetuoso con las plantas, juguetón, come absolutamente de todo,es demostrativo, receptivo, ordenado y limpio.