CAPITULO VII

El invierno ya pasó y con la primavera el jardín rebosa de vida, los árboles tienen ya muchos brotes, la hiedra que bordea la casa por la parte de atrás esta también echando sus hojas que dentro de poco taparan la pared casi por completo, tulipanes y jacintos tienen ya su flor, de las enredaderas que bordean la parcela han salido infinidad de hojas pequeñas más claras y la catalpa que cubrirá el estanque donde a Copi le gusta beber tiene ya muchas hojas también, todo rebosa alegría y ya no hace frío, Copi sigue correteando por la parcela, parece que estos días con mas ímpetu por el nuevo tiempo, hay muchos insectos y pajarillos que revolotean por la zona, Vicente, con unas cuantas tablas, les ha fabricado un nido a modo de caseta pequeña y la han colgado en la pared, debajo de la cornisa, por la parte de atrás, desea que algunos pájaros intenten hacer su nido ahí, para ello ha abierto una portezuela y ha depositado dentro algodón y unas hebras finas para ver si se animan. Dentro de unos días llegará el momento de Copi, porque empieza la Campaña de Vacunacion Antirábica en la plaza de toros del pueblo y sus dueños le llevaran para inyectarle la vacuna, hacerle su cartilla y ponerle el microchip que acreditará que Maribel y Vicente son sus verdaderos dueños desde ahora.
Maribel le ha comprado también un collar antiparásito para evitar posibles pulgas y garrapatas, al perro no le faltan los cuidados.
El día de la vacunación había allí montones de perros, de todas las razas y colores, todos atados con su collar y llevados por sus amos, Copi nunca había visto tantos perros juntos, se encontraba muy nervioso, algunos perros ladraban y él también lo hizo, llegó su turno y los veterinarios les pidieron la cartilla, contestaron que no la tenían porque era un perro abandonado y recuperado por ellos hacía ya varios meses, mientras Maribel le tenía en brazos, uno de los médicos le inyectó la vacuna y Copi emitió un quejido de dolor, otro le abrió la boca y le miró los dientes para calcular su edad, efectivamente -como había dicho Vicente hace tiempo- tendría tan solo un año más ó menos, y por último un tercero sacó un aparato electrónico con el que comprobó que Copi ya tenía un microchip instalado ó sea que tenía dueño. En seguida el veterinario se dirigió a la pareja y les dijo:
- Este perro ya tiene dueño.
- Este perro estaba abandonado en un polígono hacía tiempo hasta que yo le recogí -contestó Vicente.
Maribel, que tenía el perro en brazos se puso a llorar pensando que se lo podían quitar, después de tanto tiempo, de haberle educado, de...
El veterinario intentó calmar los ánimos y les dijo:
- No se preocupen, vamos a localizar a los dueños y si ya no lo quieren el perro es suyo.
- Coge al perro y vámonos “niña” -así es como la llamaba Vicente cariñosamente desde hacía mucho tiempo- que venga la Guardia Civil a mi casa a por el perro y el dueño también, el perro no se va de aquí.
Una de las veterinarias pareció dudar de lo que Vicente había dicho y exclamó:
- Es que este perro tiene dueño.
A lo que Vicente, desesperado ya, contestó:
- ¿Qué quiere decir? ¿qué lo he robado? El perro llevaba más de un mes abandonado y nadie lo había reclamado.
Maribel seguía llorando ante la posibilidad de que le quitaran su perro, mientras tanto, otro de los veterinarios estaba llamando por el móvil a sus antiguos dueños a través de los datos que el aparato le facilitaba por el microchip, entablaron una mínima conversación de la que Vicente y Maribel apenas se dieron cuenta y al colgar dijo el médico:
- Se pueden quedar con el perro, ya no lo quieren sus dueños.
Le pusieron los papeles a su nombre y Maribel ya un poco más calmada, dejó al perro en el suelo y le sujetó con la cadena, Vicente -todavía malhumorado- exclamó a los médicos:
- Me lo hubiera llevado de todas formas, me cago en tal...
Pasado ya el conflicto los 3 regresaron a su casa con una mezcla de felicidad y amargor, pero con una cartilla canina oficial que ponía: Nombre del perro, Copi; dirección, tal; vacunado con fecha, tal.