CAPITULO IV

A la semana de estar en su nueva casa, Copi se escapó, era tan pequeño que a pesar de estar cerrada la puerta de la parcela cabía por debajo, ellos pensaron que se habría escondido por algún sitio, nunca imaginaron que entrara por ahí, lo que no se pararon a pensar ninguno de los dos es que el perro era todo pelo, bajo la apariencia de estar más bién regordete, se escondía un cuerpo pequeño, ágil y vigoroso que buscando salir y correr libre contorsionó su cuerpo para entrar por un agujero escasamente de 10 ó 12 ctms., Vicente cogió el coche y fue en su busca, recorrió un montón de calles del pueblo, se fúé hasta el polígono por si Copi pudiera haber llegado hasta allí, pero no le encontró, ellos esa misma tarde tenían previsto ir a hacer la compra, puesto que ya faltaban en casa alimentos de primera necesidad, no lo podían posponer, los días ya eran más cortos y querían estar de regreso antes del anochecer, de manera que montaron en el coche con cara de preocupados, dieron un par de vueltas más para ver si le encontraban y se dirigieron al supermercado , que estaba casi a 25 kmts., de allí.
En el viaje no paraban de comentar dónde podría estar Copi. La tarde se estaba poniendo muy oscura y se presagiaba tormenta ¡lo que faltaba!, un perro tan pequeño, por ahí suelto, mojándose, sin cobijo... ¿dónde se habrá metido?.
Ya casi anocheciendo volvieron de la compra, había caído una verdadera tormenta, con rayos y truenos incluidos, las calles estaban encharcadas y no había casi nadie circulando por ellas, Vicente y Maribel se dirigen a su casa y al llegar a la puerta ven un bulto en la acera, era Copi, había regresado él sólo a su casa, estaba totalmente empapado y ocupaba tan poco que no parecía ni él, pero había vuelto, salió pero no pudo entrar, rápidamente ellos se bajaron del coche y con una emoción incontenible cogieron al animal, le pasaron y le secaron, el pobre estaba temblando de frío.
Ya pasó el susto, Copi descansó esa noche en su cama destrozada en el porche, Vicente y Maribel tenían la urgencia de solucionar dos problemas, el primero tapar de alguna manera el agujero que quedaba entre la puerta y el suelo para que no se volviera a escapar y el segundo procurarle una nueva cama porque el canasto ya no valía para nada.

Y efectivamente al día siguiente se pusieron manos a la obra, cortaron un plástico rígido y haciendo unos agujeros en la puerta con el taladro lo adaptaron de tal forma que la puerta se podía abrir pero el perro no podía pasar, cuando ya comprobaron que todo estaba correcto dejaron salir a Copi del porche y así fueron pasando más días sin ningún otro sobresalto, pues el perro era una verdadera caja de sorpresas, por un lado su corta edad como cachorro que le hacía investigar y corretear todo y por otro su vigorosidad y nerviosismo que no le dejaba parar un momento.
Pasaban ya las dos y media de la tarde cuando Maribel llegaba de trabajar en su coche, allí estaba Vicente con la comida preparada y -como no- Copi esperándola, pero había algo más, en la parte de la entrada de la casa se encontraba una caseta para perros preciosa, la trajo Vicente y como sorpresa para Maribel no la había comentado nada, rápidamente empezaron a instar a Copi para que entrara y se acostumbrara a ella, como así fue, esa misma noche ya durmió en su nueva casa con los cojines que tenía en el canasto de colchón, sólo que en lugar de ponérsela fuera, en la entrada de la casa, se la instalaron en el porche para que estuviera más protegido y calentito, el invierno ya empezaba a hacer su aparición y allí hacía mucho frío, años atrás se llegó a alcanzat una temperatura de 16 grados bajo cero.
El perro se estaba acostumbrando de maravilla, en los pocos días que llevaba allí aprendió a respetar las plantas, a echarse en su sillón, a comer sus horas y su comida, a dormir en su caseta e infinidad de cosas más que sus dueños le iban enseñando poco a poco.

Vicente bajó a la bodega, rebuscó por cajas y estantes y tras varios minutos encontró lo que buscaba, un collar de uno de los perros que había criado anteriormente, lo guardaba de recuerdo, era verde y de cuero y se mantenía bién conservado, allí mismo, con las herramientas oportunas, lo acortó, le hizo un pasador nuevo y unos cuantos agujeros más adaptándolo así a la medida de Copi, él tenía gran cantidad de herramientas en la bodega porque le gustaba mucho el bricolaje, no en vano había hecho muchas cosas en la casa, desde el suelo del porche, pasando por un estanque de 3000 litros para peces hasta la bodega propiamente en la que tuvo que excavar para meterse por debajo del edificio con el fín de darle la altura pertinente para que entrara una persona de pie.
Una vez terminado el collar, llamó a Copi y se lo puso alrededor del cuello, al principio el animal intentaba quitárselo con la boca y con las patas, claro, le molestaba, no estaba acostumbrado a tener semejante artilugio rodeándole el cuello, pero pronto se hizo a él y llego su primer paseo atado con una cadena de la mano de sus dueños. Maribel y Vicente le llevaron por una pequeña carretera que conduce al cementerio, por allí no hay peligro prácticamente porque no existe tráfico rodado, Copi tiraba de la cadena como si quisiera escaparse, ahorcándose casi con el collar, era increíble la fuerza que tenía un perro tan pequeño, a Maribel le costaba mantenerlo a su lado, entre jadeos y tirones el perro estaba deseando que le soltaran, pero... ¿y si8 se escapa como la otra vez y no vuelve?. Vicente tomó la iniciativa y ante las dudas de Maribel le dijo:
- Déjale suelto.
Dicho y hecho, Copi, al sentirse libre corrió hacia delante por la carretera como una bala, se distanció de ellos como 600 mts., en 5 ó 6 segundos, no había perro que corriera más que él, cuando casi no se le veía y paró por un momento, sus dueños le gritaron desde lejos:
- ¡Copi! ¡Copi!
Y el perro corrió hacia ellos a la velocidad del rayo, estaba contentísimo y así lo denotaba con evidentes saltos, jadeos y movidas del rabo, mientras Vicente y Maribel andaban paseando por esa carretera, Copi no paraba de dar carreras para arriba y para abajo, parecía mentira, era incansable, incombustible. En una de esas carreras sus dueños le perdieron de vista, por más que escudriñaban a lo lejos y le llamaban el perro no aparecía, es que no se encontraba en la carretera ni por un lado ni por otro, se había ido a un lateral y allá lejísimos en una especie de valle sólo se le distinguía porque era blanco y porque se movía con una rapidez asombrosa, desde tan lejos ni siquiera oía los gritos de sus dueños llamándole, pero pasó el susto y Copi acudió hacia ellos en un momento. Llegó la hora de finalizar el paseo y le llevaron otra vez suelto hasta muy cerca del pueblo, el perro habiendo cogido ya confianza se metía por los laterales de la carretera, entre zarzas y matorrales, iba detrás de los pájaros y mordisqueaba algunas plantas, el animal disfrutó como nunca, ya por fín le pusieron su cadena y regresaron los tres a casa.
Al llegar el perro iba sediento y jadeante, lo primero que hizo fue alzarse con las patas traseras y beber ansiosamente agua del estanque, hecho que llamó poderosamente a Vicente y Maribel la atención, puesto que no lo habían visto hasta ahora, era curioso ver al animal subido cuando casi no llegaba a la superficie del agua bebiendo allí, ya que tenía siempre lleno su recipiente en el porche, pero era inequívoco que le gustaba más el estanque, tal vez en su interior pensaba: “aquí hay más agua que en el otro lado, no sea que se acabe la otra”.
Pasaron los tres al salón y mientras ellos veían un rato la televisión, Copi se tumbó en su lado del sillón preferido y se durmió un rato, estaba agotado de tanto correr, a la hora o así, el animal se despertó y se encontró indispuesto, le daban arcadas y terminó vomitando en la alfombra, había comido plantas del campo que no debía y expulsó una masa de color verde, como era aún tan cachorro tendría que aprender con el tiempo las plantas que debe comer para purgarse el estómago y las que no, este contratiempo le serviría de experiencia, al pobre animal se le quedó una cara de pena impresionante, estaba alicaído y débil, Maribel limpió el vómito de la alfombra y Vicente le mandó para su caseta, sería cuestión de poco tiempo para que Copi se encontrara de nuevo perfectamente y listo para correr.